Las carillas dentales, también llamadas fundas dentales, son un tratamiento fundamental a la hora de ofrecer una solución estética para la dentadura. Es una de las opciones más demandas. Estas consisten en pequeñas láminas de diferentes materiales que se colocan en la parte exterior y visible del diente. Al ser tan fina, la adhesión tiene lugar de manera sencilla y apenas se puede percibir.
Tipos de carillas
Como se ha dicho, son varios los materiales que se emplean para su formación. En primer lugar, están las carillas de composite – resina. Estas se fabrican de forma directa sobre el diente afectado, mediante la aplicación de la resina. Es una técnica similar a la utilizada en los empastes. Una vez aplicada sobre el diente, se procede a dar forma a la masa.
Este tipo de carillas tienen como ventajas que son más baratas, se colocan con mayor rapidez y de manera sencilla, aunque su esperanza de vida es menor. Por ello, posiblemente requerirán un recambio tras un periodo largo de tiempo y revisiones mientras tanto.
En segundo lugar, se encuentran las carillas de porcelana. Estas son fabricadas con anterioridad en laboratorios, por lo cual requieren de la realización de un estudio previo del diente. Una vez realizada la funda externamente, se procede a su colocación. Son más duraderas y necesitan un menor mantenimiento.
Usos de las carillas dentales
Su principal función es estética. Permite modificar la sonrisa, de manera que podemos ocultar ese diente que, aunque sano, tiene un color desagradable. O bien, conseguir una linealidad y paralelismo entre los dientes. También se puede cambiar la forma de un diente deforme o anómalo, diastemas, huecos… De esta manera se consigue modificar el aspecto final a través de pequeños detalles.
Por lo tanto, las carillas se emplean para realizar modificaciones en una o dos piezas dentales.